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La práctica o ejercicio de la Caridad / Por Monseñor Martín Dávila

Cristo de la Caridad, en Sevilla - Foto de Santiago Molina

En otras ocasiones se ha escrito sobre la excelencia de la caridad y de la obligación que se tiene de practicarla. Pero ¿Qué se debe hacer para ejercitarla perfectamente?

Por: Redacción 18 Septiembre 2018 16:34

LO QUE SE DEBE EVITAR

Hay que evitar cuidadosamente todo cuanto puede alterar o herir la caridad. Y se puede ofender la caridad:

1o. Con los pecados de pensamiento: Como son la sospechas, y los juicios temerarios. Así como dice Nuestro Señor Jesucristo en San Mateo, VII, 1: “No juzguéis y no seréis juzgados”; y también como dice San Pablo en Rom., XIV, 10: “Y tú, ¿cómo juzgas a tu hermano?, o ¿Por qué desprecias a tu hermano? Pues todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios.

De éstos pecados tenemos el ejemplo de los fariseos; por lo mismo no debemos seguir esos malos ejemplos, sino lo que nos dice San Pablo en I Cor., XIII, 5: “La Caridad no piensa mal”.

2o. Con los pecados del corazón: Como la envidia, los celos, las antipatías, la acritud, el rencor, el odio. De ésto tenemos los ejemplos de Caín, de los hermanos de José, de Saúl en el Antiguo Testamento; y de los fariseos en el Nuevo Testamento. Pero, también se ofende gravemente la caridad deseando mal a nuestro prójimo, o alegrándonos de sus desgracias, al igual se comete esta ofensa entristeciéndonos de los bienes que posee.

3o. Con los pecados de la lengua: Como las maledicencias, y las calumnias. Así como dice el libro de los Proverbios XVIII, 21: “La muerte y la vida están en el poder de la lengua”; y también San Pablo en Rom., I, 30, nos dice: “Dios aborrece a los detractores o calumniadores”.

En este pecado es necesario advertir que hay dos clases detracciones o calumnias: La Directa y la Indirecta:

La Directa: es en la que se manifiesta abierta y claramente el pecado ajeno, verdadero o falso. Suelen distinguirse cuatro modos distintos: Imponiendo falsamente un pecado, exagerando el verdadero, revelando el oculto, atribuyendo mala intención a la misma acción buena.

La Indirecta: Es la que niega o disminuye las buenas cualidades del prójimo. Se hace de varios modos: negando el bien del otro, callándolo maliciosamente, disminuyéndolo, alabándolo remisamente cuando merece mucho más. Las formas verbales son variadamente y todas envuelven hipocresía, malicia, envidia, etc.

4o. Con los pecados de obra: frialdades, rostro ceñudo, insolente; venganza; daños en la fama, o en los bienes del prójimo, lo contrario a todo esto nos lo dice San Pablo: “La Caridad es paciente, no se irrita no piensa mal” (I Cor., XIII, 4 y 5). “No ofende a nadie” (II Cor., VI, 3). Todos estos pecados ofenden y lastiman la caridad, y recaen sobre Jesucristo. Porque lo que hacemos al prójimo al mismo Cristo hacemos.


LO QUE DEBEMOS HACER.

He aquí el resumen de los deberes que nos impone la caridad:

1. El respeto. Este respeto se impondrá y se practicará por sí mismo, si uno se acostumbra a ver en el prójimo la imagen de Dios. ¡El hombre hijo de Dios! Ahora bien, este respeto exige:

a) La estimación, que mira siempre a los demás como mejores que uno mismo, y cierra los ojos sobre su defectos para no ver sino sus cualidades y sus virtudes.

b) Un porte atento y educado. Las buenas maneras de tratar a los demás.

2. El amor, no un amor material, grosero, interesado, sino un amor sobrenatural, que tiene su fuente en Dios, el amor con que se aman los ángeles y los santos. Amemos siempre a nuestro prójimo cordial, sincera y santamente.

3. La tolerancia. “La caridad es paciente” (I Cor., XIII, 4) “debemos respetarnos los unos a los otros y así cumplamos la ley de Cristo” (Gál., VI, 2). “Con toda humildad, y mansedumbre y con paciencia soportando nos lo unos a los otros en la caridad” (Efes., IV, 2).

Para hacer la caridad más meritoria Dios ha permitido que seamos frecuentemente unos para otros una carga, por la diferencia de caracteres, de opiniones, etc.; unos son difíciles y raros, otros groseros, ingratos, todos tenemos nuestros defectos, nuestras imperfecciones, nuestra miserias, Soportemos todo esto pacientemente en los demás, como queremos que ellos nos soporten, como Dios mismo nos soporta y nos perdona.

4. El servicio. Consiste en hacer bien a nuestro prójimo, de obra y de verdad. Este servicio es múltiple:

a) Con el buen ejemplo, de esto nos dice San Pablo: “Nuestra modestia sea manifiesta a todos los hombres (Fil., IV, 5); “Somos en buen olor de Cristo” (II, Cor., II, 15).

b) Con la oración, para obtener para nuestros hermanos las gracias que necesitan, de lo cual nos dice Santiago: “Oremos mutuamente y salvémonos” (Sant., V, 16), sobretodo oremos por nuestros enemigos.

c) Con toda suerte de obras de misericordia ya sea espiritual o corporal, de esto nos dice Cristo: “Cualquier cosas que hagáis a los hombres a mi me lo hacéis”.

5. Finalmente, la Unión, Jesucristo en la víspera de su muerte decía: “¡Padre que sean uno, así como nosotros somos uno!” y aquí tenemos el ejemplo de los primeros cristianos que eran un sólo corazón y una sola alma.

Esta unión haría de cada casa, de cada parroquia un paraíso anticipado. Con la Sagrada Comunión hemos de llevar a cabo esta unión, la cual, sin embargo, no será perfecta y consumada sino en el cielo.

Por último. Pidamos a Nuestro Señor la gracia de observar desde ahora este gran precepto, de amarnos los unos a los otros como verdaderos discípulos de Jesucristo.

Gran parte de este escrito está tomado del libro “Archivo Homilético” de J. Thiriet- P. Pezzali.


Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx


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