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San Isidro y no Cuchillo Parado es Cuna de la Revolución; vea por qué

Habitantes del municipio de Guerrero en base a la historia hace 105 años en su región, expusieron motivos para hacer de San Isidro, dentro del mencionado municipio, la “Cuna de la Revolución”.

Por: Redaccion 25 Octubre 2016 17:50

Fue en carta al gobernador Javier Corral que expresaron habitantes de Guerrero la necesidad de otorgar dicho nombre a San Isidro en el día clave antes, del propio levantamiento de armas del 20 de noviembre de 1910.

La misma carta la extendió el diputado René Frías en representación de su distrito.

Se expresan las razones por las cuales debe reconocerse al municipio de Guerrero el título simbólico de Cuna de la Revolución Mexicana, indebidamente despojado del mismo hace unos años, debido a la ignorancia y a la manipulación política.

Hasta hace poco, en el ámbito nacional, el Estado de Chihuahua fue considerado sin duda alguna como el merecedor de la honra de haber sido la entidad federativa en la cual comenzó y triunfó la lucha armada que puso fin a la dictadura porfirista. Y, en el seno de nuestro estado, se tuvo siempre al municipio de Guerrero como el lugar en donde tuvieron lugar los primeros levantamientos que concluyeron en una primera etapa con la batalla de Ciudad Juárez.

¿Por qué razón se ha privado a Chihuahua de este honor?. La razón principal es que debido a un capricho político, sin ningún respaldo histórico, se declaró al hermano pueblo de Cuchillo Parado, como cuna de la revolución. Muy lejos estamos de negar el mérito a los habitantes de este pueblo por haber organizado en 1910 uno de los clubes antireeleccionistas, como los que existían en muchas de las ciudades y pueblos del país en 1910. Y, de haberse preparado para alzarse en armas el 20 de noviembre de ese año, de acuerdo con el llamamiento del Plan de San Luis Potosí. Al recibir la noticia de que serían aprehendidos por la policía, los miembros de este club encabezados por Toribio Ortega, salieron del pueblo el 14 de noviembre. Pero allí no ocurrió ningún alzamiento. No se disparó ni un solo tiro.

Al recorrer la fecha hacia atrás y poner como inicio este conato de rebelión, varios estados del país, con justa razón reclaman que entonces debe reconocérseles como "Cuna de la Revolución", puesto que su territorio fue escenario de rebeliones y hechos de armas meses antes del 20 de noviembre. En efecto:

El primero de ellos es Yucatán pues el 4 de junio de 1910, se produjo en su suelo la sublevación anti reeleccionista de Valladolid, ciudad ocupada por los rebeldes. La población sufrió el asedio de tropas gubernamentales, quienes la tomaron a sangre y fuego el día 9 del mismo mes causando varias decenas de muertos.

Simultáneamente al de la península, se realizó en Sinaloa el alzamiento encabezado por Gabriel Leyva, abogado y maestro rural involucrado en la lucha política que dirigía Francisco I Madero. El 4 de junio, empuñó las armas y pudo derrotar a una fuerza oficial en Cabrera de Inzunza el día 8. Capturado dos días después sufrió la temida “Ley Fuga” a manos de los rurales.

En Zacatelco, Tlaxcala, el día 16 de septiembre de 1910, un numeroso grupo de simpatizantes de Francisco I Madero llevaron a cabo una concentración de protesta por el fraude electoral y enfrentaron a las tropas enviadas en su contra desde la capital del Estado y desde la ciudad de Puebla. Muchos murieron y otros fueron enviados a trabajos forzados a Quintana Roo.

En Puebla, el 18 de noviembre la policía sitió la casa de los hermanos Aquiles y Carmen Serdán eminentes líderes anti reeleccionistas. Finalmente la finca fue invadida y destrozada por las fuerzas oficiales, uno de cuyos agentes asesinó a Aquiles, cuando lo encontró refugiado e indefenso en una especie de pequeño sótano.

Veamos ahora el caso de Chihuahua. El día 19 de noviembre encabezados por Albino Frías y Pascual Orozco Merino se insurreccionó en San Isidro, Guerrero, Chihuahua, un grupo de vecinos, quienes atacaron la casa de Joaquín Chávez, rico terrateniente y comerciante de la región. A este núcleo se le unieron muy pronto varios otros provenientes de los pueblos cercanos: Ranchos de Santiago, Pedernales, Santo Tomás, Namiquipa, Bachíniva, Basúchil, Matachic, Temósachic, Pachera y de Ciudad Guerrero, que pusieron sitio a la cabecera municipal.

Allí, el 6 de diciembre de 1910, se celebró una junta revolucionaria en la cual participaron también los llegados de San Andrés, pueblo más cercano a la capital del estado, entre los cuales estaba Francisco Villa. La asamblea nombró como jefe de las armas a Pascual Orozco Vázquez, quien firmó ese día el primer manifiesto del movimiento armado nacional cerrándolo con el lema “Sufragio efectivo. No reelección”.  Este acto tiene un gran significado histórico porque la revolución emprendida por estos labradores, arrieros, mineros y pequeños comerciantes, se mostraba como una lucha organizada, portadora de ideales transformadores, contra la injusticia y los privilegios. No era la amorfa “chusma” como le llamaban despectivamente los voceros del gobierno de Díaz.

De todas las acciones que se desarrollaron en la República, antes del 20 de noviembre, fecha señalada por el Plan de San Luis Potosí para que se iniciara la lucha con el objetivo de derrocar a la dictadura, ésta fue la única que prosperó y culminó con la toma de Ciudad Juárez el 10 de mayo de 1911.  En torno del pequeño grupo inicial se fue conformando en los meses siguientes el Ejército Libertador que combatió en al menos diez batallas antes de la final en la ciudad fronteriza. Su relevancia fue tal que atrajo al grueso de las tropas federales, obligándolas a dejar desguarnecidas plazas importantes en todo el país. A este movimiento y no a otro se refirió el general Porfirio Díaz, en su manifiesto del día 7 de mayo de 1911 al afirmar: “La rebelión iniciada en Chihuahua en noviembre del año próximo pasado y que paulatinamente ha ido extendiéndose, hizo que el gobierno que presido acudiese, como era de su estricto deber, a combatir en el orden militar el movimiento armado”

Otro de los efectos provocado por la insurrección de los pueblos de Guerrero, determinante en el rumbo de la revolución, fue el viraje que suscitó en la dirección maderista que había decidido retirarse por estimar que el llamamiento nacional había fracasado. Francisco I Madero, redactó incluso el previsto manifiesto dejando libres de todo compromiso a sus adherentes y luego se retiró a New Orleans hasta donde le llegaron las noticias de los sucesos en Chihuahua. Alentado por la llama que creció en el noroeste del estado, el líder resolvió ingresar al territorio nacional y dirigirse a esta zona del país tres meses después del alzamiento de San Isidro. Si éste hubiese corrido la misma suerte de sus precedentes, la caída de la dictadura simplemente no habría sucedido, al menos en 1911.

Estos son los hechos rigurosos de la historia que le valieron al estado de Chihuahua hasta hace poco tiempo el reconocimiento general de ser la “Cuna de la Revolución”. El título es una declaración simbólica desde luego, pues el movimiento armado a favor de la democracia y por reivindicaciones sociales que fueron haciéndose explícitas en el curso del mismo, se extendió como reguero de pólvora por casi todo el país, cobrando en algunas regiones un arraigo profundo como en Morelos o en La Laguna.

El estado de Chihuahua no debe perder un lugar de honor en la historia nacional porque el anterior gobierno local, mal informado, insistió en renunciar a la principal de las herencias y a colocarlo en el mismo sitio del resto de las entidades federativas en donde se desarrollaron actos precursores de la revolución, como fue el de Cuchillo Parado. En el tema no está a debate el mérito mayor o menor de los protagonistas, pues ¿Quién podría negar el espíritu altruista y el patriotismo que animó al sinaloense Gabriel Leyva, a los yucatecos Maximiliano R. Bonilla, Atilano Albertos y José E. Kant, fusilados durante los prolegómenos de la revolución, a los numerosos tlaxcaltecas y poblanos muertos o enviados a trabajos forzados, a los chihuahuenses que siguieron a Toribio Ortega o a los hermanos Serdán?.

El tema a dilucidar es ubicar el punto de partida de la insurrección que obligó a renunciar a Porfirio Díaz y con ello abrió las compuertas sociales para que se plantearan diversas reivindicaciones y aspiraciones sociales en todo México. Y, la información histórica disponible en las fuentes primarias y en casi toda la literatura especializada, muestra que fue en los pueblos del municipio de Guerrero, Chihuahua en donde se inició y tuvo continuidad la lucha revolucionaria. No en balde, las familias de estas comunidades pagaron, como ningunas otras en el país, el mayor tributo de sangre desde las primeras semanas de la contienda. Sus méritos estriban en haber lanzado el desafío a la dictadura con las armas en la mano y alcanzado el triunfo, contra todas las previsiones. Tales proezas no deben regateárseles, ni desterrarse de la memoria popular.

Mencionamos a continuación el dictamen de dos historiadores especializados sobre estos hechos:

José Carlos Chávez, en 1954, cuando todavía vivía un gran número de veteranos de la revolución, escribió: “No pretendemos restarle méritos a los hombres y grupos de hombres que constituyeron vitales factores para el logro de los ideales de la revolución mexicana; mas, si queremos ser justos, hay que reconocer con honradez lo que corresponde a cada quien, y para juzgar con equidad y justicia es necesario ajustar nuestras conclusiones a la realidad de los hechos y los que hoy nos proponemos traer a la memoria de quienes participaron en lo que llamaremos la primera etapa de la revolución, de los que la vimos y vivimos y de quienes sólo han oído relatar los sucesos, es para que serenamente, sin prejuicios de facto, vean que hay razón para afirmar que Chihuahua fue la cuna de la revolución mexicana...A la región serrana del municipio de Guerrero, como a todo el país, llegaron las exhortaciones de luchar por los derechos ciudadanos que hiciera nulo el régimen porfirista...El sacrificio de los valientes serranos que lucharon hasta morir en Tomochi y Santo Tomás, estaba latente en su ánimo, y el espíritu de Cruz Chávez y Simón Amaya vivía en ellos pidiendo justicia y exhortándolos a luchar contra los desmanes del opresor, para restaurar los derechos del ciudadano En la sierra del distrito de Guerrero del estado de Chihuahua, se reunió un grupo de valientes idealistas y esforzados guerrilleros, que fieles a su compromiso se reunieron en San Isidro (hoy Pascual Orozco) precisamente la noche del día anterior, para presentarse a las primeras horas del día fijado a exigir el rendimiento de las autoridades porfiristas de ciudad Guerrero, defendidas por el ejército federal".

A su vez, Jesús Vargas, otro eminente historiador concluyó:

“Aquí lo que, a nuestro juicio, corresponde, es determinar dónde y quiénes respondieron a la convocatoria del 20 de noviembre logrando la continuidad hasta el final. En ese sentido no dudamos en asegurar que es San Isidro, Guerrero, donde la historia de la revolución empezó a escribirse, llegando el final más o menos cinco meses después en ciudad Juárez, donde fueron derrotados los “invencibles” militares porfiristas”


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