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Jueves Santo: Institución de la Eucaristía, Misa y Sacerdocio

La Santa Cena - Óleo de Juan de Juanes (entre 1555 y 1562)

El Jueves Santo es el día que celebra la Santa Iglesia Católica como la fiesta de la institución del sacramento de la Eucaristía, así como de la Santa Misa y otros misterios antes de la Pasión de Cristo.

 

Por: Redacción 28 Marzo 2024 17:43

La Semana Santa inició con el pasado Domingo de Ramos, día que recordó la entrada de Jesucristo a Jerusalén, donde le recibieron con palmas.

El Jueves Santo es día de fiesta y alegría para la Iglesia, a pesar de que es en medio de la Cuaresma que llama a la penitencia, y un día antes del Viernes Santo, el mayor día de luto para la Iglesia.

“En los mismos momentos que decretaban su muerte, halló un modo admirable de quedarse perpetuamente con nosotros”, describe la Liturgia religiosa sobre la Eucaristía.

Con ello refiere cuando instruyó a los doce apóstoles “haced esto en mi memoria”, donde les dice que comerán su carne y beberán su sangre, mientras reparte el pan y vino.

Este es el origen de la Eucaristía, también llamado el sacrificio incruento (sin sangre) de Cristo, la Comunión, que repite lo que sucedió en el Calvario cuando fue crucificado.

Como es un día de gloria, festeja la Iglesia el Jueves Santo con ornamentos blancos.

Foto: Pintura 'El Triunfo de la Eucaristía'.

Otro pasaje que recuerda la fecha es la Última Cena, donde Jesucristo revela varios misterios, como el de la Transubstanciación, que explica cómo el sacerdote convierte el pan y vino en el cuerpo y sangre, respectivamente, del Mesías; es de los misterios mayores en la Iglesia Católica.

Más misterios y profecías incluyen la traición de Judas, el lavatorio de pies en símbolo del trabajo a realizar con el prójimo, las tres negaciones del apóstol San Pedro, así como las mismísimas Pasión, Crucifixión, Redención y Resurrección.

Por el paso de los tiempos, en México y varios países de América Latina nació la tradición de la visita de siete templos, es decir, visitar durante el día siete templos.

Cada templo representa escenarios por donde estuvo Jesucristo en la Pasión.

  1. Desde el Cenáculo hasta el huerto de los Olivos.
  2. Del huerto a la casa de Anás, donde lo interrogaron y abofetearon.
  3. A casa de Caifás, donde les escupieron e injuriaron.
  4. A casa de Pilato, gobernador romano, donde los judíos acusaron a Cristo.
  5. Al palacio de Herodes, donde lo escarnecieron.
  6. De nuevo a casa de Pilato, donde lo azotaron, coronaron de espinas, lo escarnecieron y condenaron.
  7. Finalmente el camino de Cristo al Calvario con la cruz a cuesta, para finalmente morir.

El último pasaje lo recuerda la Iglesia con el mayor luto de todo el calendario el Viernes Santo, y de hecho es el único día donde no celebra Santa Misa.

Jueves Santo día de la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio.

Por Monseñor Martín Dávila Gándara | “Oh Hostia de salvación, que nos da la fuerza y el auxilio”

Vamos a considerar hoy a dos de los grandes misterios que se recuerdan en este día, cuales son la institución de la Eucaristía y el Sacerdocio católico.

Transportémonos en espíritu a la última cena, en la cual Jesucristo, la víspera de su muerte, reúne a sus Apóstoles, como el padre de familia próximo a su fin reúne a sus hijos en torno de su lecho de muerte para darles sus últimos adioses, decirles sus últimas voluntades y legarles la herencia que su amor les ha juntado. Sobre todo, entonces les atestigua cuánto los ama (Jn., XIII, 1).

Asistamos, pues, con recogimiento y amor a este conmovedor espectáculo y meditemos en estos dos grandes misterios.

Institución de la Eucaristía.

Admiremos desde luego a Jesucristo arrodillado delante de sus Apóstoles, lavándoles los pies, para enseñar a todos las humildad profunda, la caridad perfecta, y la pureza sin mancha que pide el sacramento que iba a instituir y que ellos iban a recibir.

Se sienta enseguida a la mesa, toma el pan, lo bendice, lo parte y lo distribuye a sus discípulos, diciendo: “Tomad y comed; éste es mi Cuerpo”. Y, tomando el cáliz, se lo da, diciendo: “Tomad y bebed; ésta es mi Sangre, la Sangre de la nueva alianza, que será derramada por nosotros en remisión de vuestros pecados” (Mt., XXVI, 26 y sigs.).

¡Oh! ¡cuán bien se conoce el amor de Jesucristo! El divino Salvador, próximo a dejarnos, no pudo resolverse a separarse de nosotros. “No os dejaré huérfanos”, había dicho en (Jn., XIV, 18).

Mi Padre me llama; pero, al irme a El, no me separaré de ustedes; mi muerte está determinada en los decretos eternos; pero muriendo, Yo sabré sobrevivirme para quedarme con ustedes. Mi sabiduría ha ideado cómo obtenerlo y mi amor va a ejecutarlo.

En consecuencia, convierte el pan en su cuerpo y el vino en su sangre; y en virtud de la inseparable unión del alma con el cuerpo y con la sangre, en virtud de la indisoluble unión de la persona divina con la naturaleza humana.

Lo que un poco antes no era sino pan y vino, es ahora la persona adorable de Jesucristo toda entera, su persona divina, tan grande, tan poderosa, como está a la diestra del Padre, gobernando todos los mundos y adorado de los mismos ángeles, que tiemblan en su presencia, así como dice el Prefacio de la Misa.

A este milagro sucede otro. Lo que Yo acabo de hacer, dice Jesucristo, ustedes mis Apóstoles, lo harán; les doy para ello el poder: “Hoc facite” que significa: “Haced esto”, no solamente a ustedes sino a todos sus sucesores, hasta la consumación de los tiempos, puesto que la Eucaristía será el alma de la Religión y la esencia del culto, y debe durar tanto como ella misma.

Tal es la rica herencia que el amor de Jesucristo ha trasmitido a sus hijos por toda la continuación de los siglos; tal es el testamento que este buen Padre de familia ha hecho, en el momento de su partida, en favor de sus hijos; sus manos moribundas lo escribieron, y en seguida fue sellado con su sangre; tal es la bendición que este buen Jacob dió a sus hijos reunidos en torno de El antes de dejarlos.

¡Oh preciosa herencia, querido y amable testamento, rica bendición! ¡Dios mío, Dios mío! ¿cómo podremos agradecerte tanto amor?

Institución del Sacerdocio.

Parece, que el Señor, había agotado para con nosotros todas sus riquezas de su amor, y, sin embargo, he aquí nuevas maravillas. Porque, no es solamente la Eucaristía lo que nos dio en este santo día, sino también el sacerdocio, con todos los sacramentos, con la santa Iglesia, con su autoridad infalible para enseñar, el poder para gobernar, la gracia para bendecir y la sabiduría par dirigir.

Porque todo se liga esencialmente con la Eucaristía, ya como preparación para disponer el alma para recibirla, ya como consecuencia para conservarla o para extender sus frutos.

Por consiguiente, Jesucristo, como Pontífice Soberano, quiso establecer, y estableció realmente, todos estos poderes a la vez con esta sola palabra: “Haced esto, en memoria mía”.

¡Oh sacerdocio, que esclareces, purificas y enardeces las almas, que dispensas sobre la tierra los misterios de Dios y las riquezas de la gracia; sacerdocio que, socorriendo al alma caída como al alma justa, haces nacer el arrepentimiento y le abres las puertas del cielo, acogiendo a los pecadores y les vuelves la inocencia.

Sacerdocio, que sostienes el alma vacilante y la haces avanzar en la virtud, que proteges al mundo contra sí mismo y su corrupción, contra el cielo y sus venganzas; sacerdocio, bienhechor inefable, yo te bendigo y bendigo a Dios por haberte dado a la tierra!

¡Ah! ¿qué sería del mundo sin ti? ¡Sin ti, que eres su sol, su luz, su calor, su consuelo, su fuerza, y su apoyo!

¡Oh Jueves Santo, mil veces bendito, porque trajiste tantas felicidades para los hijos de Adán! Jamás podremos celebrar este día, con bastante piedad, fervor y amor.

Por último. Tomemos enseguida las siguientes resoluciones: Primero. De hacer la mejor Comunión del año; Segundo. De pasar todo el día en vivos sentimientos de agradecimiento a Jesucristo por la institución de la Eucaristía y del sacerdocio.

 

 

 

 

 


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